LA BRÚJULA DE SHACKLETON es un libro sobre el éxito basado en la expedición Endurance, la formidable aventura que el explorador polar y su tripulación vivieron tras quedar su barco atrapado y destruido por el hielo de la Antártida. Aún hoy, un siglo después de esta increíble hazaña, seguimos preguntándonos cómo, ante la atónita mirada del mundo entero, todos ellos regresaron sanos y salvos dos años después de su partida, conviertiendo así una malograda misión en un éxito sin precedentes.La fidelidad de Shackleton a sus objetivos, su resistencia a la adversidad, los lazos que establecía con las personas que le rodeaban o la manera siempre positiva que tenía de interpretar la realidad, son algunas de las claves de su éxito: ocho valiosas enseñanzas en total que quienes profundicen en esta extraordinaria historia podrán utilizar en su vida. Los profesionales del mundo de la empresa verán en él a un líder inspirador y a un emprendedor nato, los aventureros a un valiente explorador de quien aprender, los amantes del deporte a una persona con una impresionante fortaleza física y mental y, en general, todos los que le conozcan encontrarán en Shackleton una brújula que les servirá de guía en la conquista de sus sueños.

Shackleton logró sacar con vida de la Antártida a sus 27 tripulantes en una hazaña épica

Lo que comenzó como una hazaña jamás conseguida hasta la fecha, atravesar la Antártida a pie, se convirtió en una historia de supervivencia, tesón y esperanza encabezada por un hombre que se ha convertido en el ejemplo de líder.

«Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito». Este fue el impresionante anuncio de reclutamiento que el explorador inglés Ernest Shackleton publicó en el Times para poder llevar a cabo su sueño: una expedición para cruzar por primera vez a pie la Antártida en lo que él llamó la Expedición Imperial Trasantártica.

Y muchos respondieron a su llamado, sin duda los mejores exploradores que había en la época. Un total de 27 hombres que viajarían hasta tierra firme-helada a bordo del Endurance, y que serían los protagonistas de una de las hazañas más llamativas de la era de los exploradores. Shackleton no era un advenedizo. Ya en 1901, con sólo 27 años, había participado con Scott en una expedición a la Antártida; y en  1909 se quedó a tan sólo 190 km del Polo Sur. Por esta hazaña, el rey Eduardo VII le nombró Sir.

Pero el irlandés no había completado su cupo de hazañas, y se propuso lo que nadie nunca había hecho: atravesar el continente helado a pie, a través del Polo Sur, en una expedición que había programado al milímetro. La tripulación partió a bordo del buque Endurance el 8 de agosto de 1914 del puerto de Playmouth. El viaje prometía ser tranquilo, pero Shackleton no había contado con su gran enemigo: el hielo.

En diciembre, cuando ya surcaban las aguas gélidas del mar de Weddel, a unos 160 km del continente austral, los inmensos bloques de hielo comenzaron a dificultar la travesía. El 18 de enero de 1915, el Endurance quedó definitivamente atrapado en el hielo. Era imposible continuar la marcha. A bordo, la tripulación y su capitán, Shackleton.

Las primeras semanas, la labor de la tripulación fue tratar de liberar al barco del hielo. El inmenso busque, sin capacidad de ser manejado, se movía al ritmo de los hielos que lo atrapaban, a la deriva. Pero los esfuerzos fueron en vano. Las semanas, y los meses, fueron pasando, y con ellos se iban esfumando las posibilidades de ser desatrapado… y la moral de los hombres.

Aquí es donde el liderazgo de Shackleton jugó un papel vital para levantar la moral de la tripulación: organizaba partidos de fútbol, carreas de perros en el hielo y obras de teatro para representar por las noches. Pero el hielo seguía asfixiando al barco, y ni siquiera los meses de verano aflojaron su presión. Tanto, que finalmente el 27 de octubre de 1915, más de un año después de haber zarpado, el buque fue literalmente engullido por el hielo.

Los expedicionarios se vieron a la deriva en el enorme bloque de hielo, con tierra firme a unos 480 km de distancia; caminar hasta allí se hacía harto complicado. Shackleton abandonó la idea de la expedición transcontinental y se centro en la supervivencia de sus hombres.

En el hielo instaló lo que denominó Campamento de la Paciencia. Pensó esperar a que esa misma deriva les acercara al continente, pero este pensamiento pronto fue desechado. En abril de 1916, los expedicionarios partieron en tres botes rumbo a la Isla Elefante. Una vez allí, parecía muy complicado que alguien les fuese a rescatar

Así que Shackleton eligió a cinco de sus hombres para dirigirse, en el bote James Caird, a los centros balleneros de la isla de Georgia del Sur. Un viaje que duró 17 angustiosos días en los que recorrieron en un bote y en medio de un mar helado 1.300 kilómetros. La llegada fue un auténtico calvario. Las condiciones físicas de su tripulación obligaron a dejar a tres de ellos en tierra firme, nada más llegar.

Shakleton y los otros dos consiguieron atravesar la isla y llegar a las estaciones balleneras del otro lado. De esa última expedición escribiría el capitán, que no era un hombre religioso: “No tengo duda de que la providencia nos ha guiado. Yo sé que durante aquella larga y terrible marcha de 36 horas sobre las montañas sin nombre y glaciares, a menudo me parecía que éramos cuatro y no tres”.

Una vez logrado el objetivo, y ya rescatados los otros tres hombres de este viaje en el James Caird, Shackleton comandó las operaciones de rescate de los 22 hombres que se habían quedado en la isla Elefante. Hicieron falta cuatro intentos para rescatar a unos hombres que habían sufrido serias penurias físicas y mentales. Finalmente, el 30 de agosto de 1916, Shackleton regresaba a la isla Elefante para rescatar a su tripulación.

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